Hasta hace poco se creía que la menopausia era provocada por un agotamiento de los folículos del ovario, lo que progresivamente producía una deficiencia en la producción de hormonas, en particular de estrógenos.
Sin embargo, nuevas investigaciones, muestran que la menopausia se desencadena en el cerebro que cambia su sensibilidad al estrógeno.
Ya desde la premenopausia, que precede a la menopausia, comienzan los cambios caracterizados por una disminución progresiva de la función de los ovarios y que se manifiesta en las alteraciones menstruales con ciclos cortos y largos, algunos con ovulación y otros sin ovulación --anovulatorios.
Poco a poco los ovarios se vuelven menos sensibles a la estimulación hormonal; el organismo produce más hormonas estimulantes de los ovarios durante un período de tiempo, pero su nivel disminuye finalmente.
El cese de la maduración folicular implica que el ovario ya no producirá más estradiol: el estrógeno de mayor potencia. Tampoco elaborará más progesterona.
El estrógeno y la progesterona son las hormonas del ciclo ovárico. Desde la menarca ‑la primera menstruación-- han acompañado nuestros ciclos menstruales. Las hemos reconocido en los cambios corporales que acompañan a la pubertad, en cada ovulación, en cada menstruación, en la tensión de los pechos, en los estados de ánimo cambiantes...
El estrógeno y la progesterona comienzan a disminuir mucho antes de la última menstruación. Aunque todavía no lo percibimos, a partir de los cuarenta y más ya comienzan los cambios en el nivel de las hormonas reproductivas.
Poco a poco los cambios se hacen más evidentes. La mayoría los perciben con una tolerancia variable. Un 30 % de mujeres no los detectan o les resultan tan leves que les cuesta reconocerlos.
Cada mujer vive la menopausia de forma diferente.
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