Dejar de menstruar fue un gran alivio. Cuando sucedió, sentí que mi cuerpo se adaptaba a la vida que yo quería. Sentí una libertad diferente. Ya no quería tener hijos.
Adios a los cambios de humor antes del período, las dolorosas contracciones uterinas, los senos tensos y sensibles, los cuidados para evitar el embarazo, las manchas en la ropa.
Cuando se acabó y no menstrué más me liberé de esa carga. Y empecé a gozar del sexo como nunca antes. Sentí que mi cuerpo era mío, para mi placer, afirma Malena, una de las participantes de un grupo de mujeres.
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