Qué maravilla que a esta edad todavía continúe desarrollándome, llegando
más allá de los límites de mi propio ser para volverme más conocedora. En
mis veintes, pensaba que llegaría a una edad mágica (los 35, tal vez), en que
mi adultez sería completa. Es gracioso cómo ese número fue cambiando
a través de los años, incluso a los 40, rotulados como la edad madura por
la sociedad, aún sentía que no era la adulta que sabía que podría ser.
Ahora que las experiencias de mi vida han sobrepasado todos los sueños
y expectativas que jamás hubiera imaginado, estoy segura que debemos
seguir transformándonos para convertirnos en la persona que debemos ser.
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